Estrenos online: crítica de «Departamento 7A» («Apartment 7A»), de Natalie Erika James (Paramount+)

Estrenos online: crítica de «Departamento 7A» («Apartment 7A»), de Natalie Erika James (Paramount+)

En esta precuela de «El bebé de Rosemary» se cuenta la historia de Terry, un personaje secundario de aquel clásico de 1968, una bailarina que se mete en problemas debido a su obsesión por triunfar en Broadway. Con Julia Garner y Dianne Wiest. En Paramount+

A más de medio siglo de la original y clásica EL BEBE DE ROSEMARY (o LA SEMILLA DEL DIABLO, como se la conoció en algunos países hispanohablantes), el único interés en hacer una precuela puede estar en manos de productores ambiciosos que quieren sacarle jugo a una marca registrada que la gente ya conoce. Uno podría decir que eso es lo que pasó en APARTMENT 7A, una historia que se conecta directamente con aquella película de 1968 de Roman Polanski y que ahora se estrena directamente vía streaming.

A favor esta película se puede argumentar que tiene a Julia Garner como protagonista –una actriz de una inusual intensidad que tiende a mejorar, o a llevar al extremo, casi todo lo que toca– y que la dirige la realizadora de RELIC, una muy buena película australiana que aplicaba al género un modelo de relato clásico que esta precuela intenta retomar. Lo mejor que tiene para ofrecer DEPARTMENTO 7A tiene poco y nada que ver con el relato de terror y más con crear una suerte de drama personal acerca de una chica que se mete en problemas enceguecida por triunfar en Broadway.

Terry Gionnofrio era un personaje que aparecía brevemente en ROSEMARY’S BABY como una chica que vivía en el Edificio Bramford en el que transcurre gran parte de la historia y era una suerte de inquilina de la pareja de «amables ancianos» Castevet. Lo que hace APARTMENT 7A es contar su historia, cambiarla un poco y expandirla, a modo de precuela. Interpretada ahora por la actriz de OZARK, Terry es una ambiciosa bailarina que trabaja en un show de Broadway, sufre un serio accidente en un tobillo y le cuesta volver a las tablas ya que no puede moverse como antes.

Obsesionada con entrar a una nueva obra, sigue al productor Alan Marchand (Jim Sturgess) al edificio en cuestión y el obviamente abusivo empresario le coloca algún tipo de droga en la bebida. Al día siguiente se despierta cuidada por la amable pareja de ancianos que vive en el departamento de al lado. Encarnados ahora por Kevin McNally y Dianne Wiest, son los famosos Castevet del clásico film de Polanski. Ellos le dan cobijo, le alquilan gratuitamente (hasta que pueda pagarles) un departamento vacío que «casualmente» tienen disponible y la ayudan como pueden.

Pronto, la chica se siente físicamente mejor del tobillo y consigue trabajo con Marchand, pero a la vez descubre que, misteriosamente, está embarazada. Si vieron EL BEBE DE ROSEMARY se pueden imaginar el resto. Y si no la vieron quizás también. Lo cierto es que DEPARTMENTO 7A no tiene mucho nuevo para contar en lo específicamente narrativo, pero sí sirve si como actualización de muchos de los temas de aquel film, especialmente al estrenarse en una época en la que los abusos a las mujeres en la industria del espectáculo y las limitaciones al aborto legal en los Estados Unidos se han vuelto asuntos centrales del debate actual.

En ese sentido –un poco lo mismo sucedía en RELIC, con su tono oscuro, ominoso e, inicialmente al menos, calmo–, James pone más el acento en el drama humano de la protagonista dejando cualquier registro satánico o de terror puro y duro en segundo plano, algo que en cierto modo tiene sentido porque la historia de lo que rodea a los personajes y a su mundo es bastante conocida y uno sabe para donde se encamina.

APARTMENT 7A es, así, la historia de una mujer que se mete en problemas por intentar triunfar, es abusada sexualmente, queda embarazada y luego, por diversos motivos, le es imposible abortar. Y Garner transmite muy bien ese drama personal. Después, claro, hay que contar una trama de terror y cultos satánicos que ya vimos, y de allí en adelante todo se vuelve más rutinario y previsible, más prototípico y poco original. De allí en adelante ya no hay película, hay un producto que vender.