Toronto 2024: crítica de «Polvo serán», de Carlos Marqués-Marcet (Platform)
Este drama español con elementos musicales se centra en una actriz que tiene una enfermedad terminal y decide someterse a un suicidio asistido junto a su marido. Con Angela Molina y Alfredo Castro.
De un riesgo estético llamativo y no siempre logrado, POLVO SERAN combina –o intenta combinar– un denso drama familiar ligado a la muerte con una comedia musical/coreográfica, cuya inspiración parece existir en una zona intermedia entre ALL THAT JAZZ y, bueno, un drama sobre la eutanasia. Se trata de uno de esos films en los que uno se pregunta si no habría funcionado mejor sin ese ropaje operístico que lo rodea. Y tengo la impresión de que sí. Que pese al esfuerzo puesto en todo ese segmento de la película, bien podría quitarse y el film ganaría bastante.
Dirigida por el realizador de la muy buena LOS DIAS QUE VENDRAN y con guión del propio director junto a Clara Roquet y Coral Cruz, POLVO SERAN es bastante literal respecto a lo que promete el título. Es la historia de Claudia (Angela Molina), una actriz que sufre un tumor irreversible y ha decidido someterse a una eutanasia en una clínica en Suiza. Lo delicado del asunto es que su marido, Flavio (el omnipresente actor chileno Alfredo Castro), un director teatral, ha decidido acompañarla en ese viaje. No solo a Suiza, sino al «más allá». Dicho de otra manera, el suicidio asistido será por partida doble.
En su caso no hay una necesidad real en términos de salud, pero siente que quiere acompañarla en ese viaje, que su historia de amor es tan fuerte que la vida no tendría más sentido para él sin ella a su lado. Los que no entienden bien ni comparten del todo la decisión son los hijos de la pareja, cada uno de ellos impactado de distinta manera por la noticia y con reacciones diferentes en casa caso. Hasta allí, todo parece indicar que estamos ante un drama familiar más o menos tradicional. Pero la película no es eso. O no del todo.
Marques-Marcet va intercalando el drama que se desprende de la decisión con una serie de números musicales, oníricos y coreográficos que intentan darle a POLVO SERAN una estructura más cercana al tipo de trabajo que Flavio y Claudia hacen en sus vidas, pero más allá de estar por lo general bien realizados, resultan distractivos, llegan en momentos caprichosos y tienden a agregarle a la película una innecesaria pomposidad. Si el drama familiar se maneja por momentos hasta con humor absurdo, cada vez que aparece una canción o una escena coreográfica entramos en un territorio que bordea el «subielismo» cinematográfico, un subrayado poético que, en lugar de sumar, resta.
Fuera de esos minutos –que no son muchos, por lo que tampoco cabe calificarla del todo como un musical–, POLVO SERAN funciona mucho mejor, tiene momentos de raro humor y Molina se luce con una performance que puede pasar de trágica a cómica en un segundo, aplacando un poco la acostumbrada gravedad de un actor como Castro, que vuelve un poco más dramático de lo necesario casi todo lo que hace. Un proyecto arriesgado, creativo, original (en cierto modo) pero que no termina de cuajar.