
Series: reseña de «Paradise», de Dan Fogelman (Disney+)
El encargado de la seguridad del presidente de los Estados Unidos investiga quien pudo haber matado al mandatario en esta serie que combina el policial con la ciencia ficción. En Disney+, desde el 28 de enero.
Dos géneros se mezclan en esta, en principio, apasionante serie de Dan Fogelman, el guionista de CARS y creador de series como THIS IS US, entre muchas otras películas y shows de TV que ha hecho a lo largo de su carrera. Una, la más obvia y directa, tiene que ver con el policial en su variante thriller de investigación. La otra, una que se escabulle por detrás pero termina siendo igual o más importante, es la ciencia ficción. Acá solo podremos analizar el primero de esos dos géneros, ya que el otro –si bien mucho se revela a final del primer episodio– podría funcionar para algunos como spoiler. Por eso, esta reseña (hecha a partir de los tres primeros episodios adelantados a la prensa) estará llena, más que de costumbre, de sobreentendidos, análisis parciales y suposiciones varias.
De entrada, ya en la forma de estar filmada y en ciertos detalles de la puesta en escena, queda claro que PARADISE tiene algún tipo de rareza constitutiva. Sí, todo parece indicar que es la historia de un agente del servicio secreto dedicado a la seguridad presidencial, pero muchas de las cosas que lo rodean se sienten un poco desajustadas, raras, fuera de lugar. Xavier Collins (Sterling K. Brown) está al frente del equipo de agentes dedicados a la seguridad del presidente Cal Bradford (James Mardsen), un autodefinido «progresista sureño» que parece amable, simpático y un tanto borrachín. Xavier, en cambio, es serio, concentrado, no se ríe ni se relaja nunca. Parece obsesionado por su trabajo y trata de que sus colegas se lo tomen tan en serio como se lo toma él, cosa que no siempre pasa.

En lo personal, Xavier vive con su hija e hijo adolescentes. La madre brilla por su ausencia –luego sabremos más de ella– y Xavier se ocupa también de organizarles sus vidas escolares y demás. Pero ese orden de suburbio perfecto en el que viven explota de golpe cuando, una mañana, el presidente no responde a sus matutinos golpes a la puerta. Xavier abre y descubre lo impensable: Cal está muerto, hay sangre en el piso, manchas que salen hacia afuera, copas de vino por la mitad, unos aros tirados y, además, faltan objetos importantes. En lugar de comunicarlo de inmediato, Xavier se toma media hora para cerrar la casa y analizar la situación. Solo después dará a conocer el código secreto que anuncia su muerte.
PARADISE se centra, en principio, en esa investigación. Xavier quiere saber qué sucedió pero algunos sospechan de él porque, da la impresión, no tenía una relación con el presidente tan buena como lo parecía. Otros agentes son sospechosos también. Hay una supervisora (Krys Marshall), que tenía un affaire con Cal, que es puesta a cargo de la investigación. Está la ex mujer del presidente y el hijo adolescente de ambos, con el que tampoco se llevaba bien. Y, conduciendo la investigación a la manera de un supervisor, está Samantha Redmond (Julianne Nicholson), una multimillonaria que parece tener potestades inusuales de manejo político en ese lugar. Ahora bien, ¿qué es lo que hace la mujer más rica del mundo siendo aún más poderosa que los mandatarios?
Ese es uno de los misterios –y no será el único– que rodean al caso policial que dispara los acontecimientos de PARADISE. Hay otros que tienen que ver con la lógica de funcionamiento de ese lugar y muchos más que van apareciendo a partir de que, al final del primer episodio, se revelan cosas del contexto que van más allá y que engloban al supuesto magnicidio. El guión de Fogelman y equipo se estructura mediante muchos flashbacks que van revelando detalles de la vida previa de los personajes principales, fundamentalmente de Xavier, Cal y Samantha, a los que luego se sumará la influyente psicóloga Gabriela Torabi (Sara Shahi, de THE L WORD). Mediante ese sistema no solo vamos conociendo la historia personal de cada uno de ellos y sus conexiones entre sí, sino que en este caso hay algo contextual ligado a un importante secreto de estado que es fundamental a todo lo que pasa.

De hecho, la serie trata más sobre «eso que no se puede spoilear» (asumo que otras críticas lo harán, así que si quieren pueden ir a leerlas) que sobre el asesinato en sí. O, dicho de otra manera, solo se entiende la muerte del presidente en función de esa información, una que los protagonistas aparentemente tienen, pero los espectadores, al menos por un tiempo, no. Los realizadores John Requa y Glenn Ficarra –quienes vinieron a Argentina a filmar la película FOCUS y también hicieron series como WECRASHED y RABBIT HOLE— tienen la responsabilidad de dirigir los primeros dos episodios, los que tienen el difícil compromiso de poner en escena, de una manera creíble, el enigmático marco de la historia, uno que tiene un tono ligeramente fantástico (ligado, por usar un ejemplo, a SEVERANCE o a LOST) que lo aleja de esos thriller políticos de acción que podría protagonizar Gerard Butler.
Es un desafío difícil el que se le plantea a los creadores de PARADISE pero, al menos hasta su tercer episodio (la temporada es de ocho), salen más que airosos, creando una larga serie de enigmas a ser resueltos. Lidiar con dos grandes asuntos a la vez puede hacer que todo se enrede más que lo necesario –ciertas revelaciones invitan al público a interesarse más por un eje narrativo que por el otro–, pero Fogelman y equipo dosifican bastante bien las revelaciones logrando que todo se combine entre sí de una forma coherente y relativamente elegante. Ayuda al éxito inicial de la serie tener un buen elenco y sólidos diálogos, pero habrá que ver en lo que falta si llegan a cumplir lo que prometen. Por ahora, se trata de una serie más que intrigante. Y una que, a juzgar por los tiempos que vivimos, quizás sea más realista y menos fantástica de lo que parece.