Festival de Cine Francés 2025: crítica de «Fuera de temporada» («Hors-saison»), de Stéphane Brizé

Festival de Cine Francés 2025: crítica de «Fuera de temporada» («Hors-saison»), de Stéphane Brizé

por - Ciclos, cine, Críticas, Festivales
23 Abr, 2025 12:35 | 1 comentario

En este drama romántico un actor se va unos días a descansar a un spa y se encuentra allí con una ex novia que tuvo 15 años atrás. Con Guillaume Canet y Alba Rohrwacher. En el Festival del Cine Francés, en Cinépolis Recoleta.

Las temporadas pasan de muchas maneras. En lo concreto, al menos en el pueblo al que Mathieu se va de vacaciones, terminan con los cambios de estaciones y la baja del turismo. En la vida, acaso, las temporadas se manejan de otra manera. Ni Mathieu ni Alice, los protagonistas de esta historia, están «fuera de temporada», pero sí su relación. Terminó hace unos quince años y, como suele pasar en estos casos, se enfrío, cambió y terminó casi esfumándose, desapareciendo. Está en una temporada baja, fría, en la que ya pareciera no pasar nada.

Mathieu (Guillaume Canet) es un famoso actor de cine al que le pide una selfie hasta la masajista antes de hacer su trabajo. Lo miran, lo saludan por la calle, le dicen cosas. El tipo se ha ido a un hotel tipo spa de lujo en un pequeño pueblo costero y se predispone pasar unos días haciendo «talasoterapia» para salir de un atolladero personal en el que se encuentra. Superado por el miedo, acaba de renunciar a una obra de teatro en la que iba a actuar –y que marcaba su debut sobre tablas– dejando un tendal de deudas y gente sin trabajo. Con su pareja, a la que escuchamos por teléfono pero no vemos, tiene una relación que parece un tanto fría y profesional. Y las cosas en el spa, al menos por una cantidad de bizarros accidentes de los que somos testigos, tampoco parecen estar saliéndole demasiado bien.

La que aparece ahí, para su sorpresa –él no la fue a buscar y no sabía que ahí vivía– es la tal Alice (Alba Rohrwacher), una ex novia con la que tuvo una intensa relación 15 años atrás, que se casó, tuvo una hija y se mudó a ese lugar. Enterada de su presencia –es un pueblo chico y todos comentan la llegada de una celebridad ahí–, se acerca a él y empiezan ahí una serie de (re)encuentros a modo de caminatas, paseos, comidas que se extienden unos cuantos días y que van intensificando la relación de un modo que, por suerte, no siempre respeta los códigos canónicos de este tipo de romances de segunda oportunidad, o de fuera de temporada.

Las ideas que trabaja Brizé, un director más conocido por películas cercanas al realismo social como EL PRECIO DE UN HOMBRE o LA GUERRA SILENCIOSA que por historias románticas, son compartidas por muchos films de este tipo, pero no así las formas. Es una historia que habla de frustraciones, de silencios que se hicieron largos, de cosas no dichas, de nuevas posibilidades que se abren y complican las vidas de todos, de amor y de dolor. Pero Brizé se las arregla para sacar, desde los detalles específicos, desde cierto humor y hasta a partir de un peculiar desvío narrativo que tiene lugar promediando la película, a su film de los beats más previsibles de este tipo de historias. No todas las elecciones funcionan (la película es muy larga y le sobran dos finales, algunos cambios de tono son excesivamente bruscos y hay un par de secuencias de montaje de más), pero se agradece su intento de sacar a la película de la rutina y de lo previsible.

Y si bien el film arranca teniendo el punto de vista de Mathieu –con sus miedos un tanto vanidosos y egocéntricos ligados a su aspecto, a su edad y a su carrera–, con la aparición de Alice las cosas cambian. Interpretada por una actriz ultrasensible y transparente como la italiana Rohrwacher (LAZZARO FELICE, LA QUIMERA, TRES PISOS y muchas otras), Alice va dejando de ser el objeto de curiosidad de Mathieu para ser el pulso emotivo de la película, una mujer que vive una vida tranquila, rutinaria y secretamente frustrante a la que el reencuentro moviliza. Brizé lo sabe y deja la cámara sobre su cálido rostro, sus ojos generosos y su sonrisa amable generando una enorme empatía con sus sensaciones y en especial con su inesperado dolor.

La película incluye un segmento en el que ambos van a un geriátrico en el que Alice trabaja con los ancianos (ella es concertista de piano) e incluye casi un pequeño corto en medio de FUERA DE TEMPORADA que podrá resultar raro a los que esperan la evolución de la historia romántica de ambos. Pero más allá de su extendido tiempo, ese «desvío» no solo refuerza los temas que unen o quizás separan a ambos sino que sirve para conectar a la película con algo así como el mundo real. La de Mathieu y Alice podrá parecer una fantasía puramente cinematográfica, pero cuando su historia encuentra un eco en el mundo y en las personas que lo habitan, crece muchísimo. Y uno olvida sus problemas o excesos para quedarse en esas miradas, en esas sonrisas y en esa emoción.