
Cannes 2025: crítica de «Sentimental Value» («Affeksjonsverdi»), de Joachim Trier (Competición)
Este drama del realizador noruego se centra en la conflictiva relación entre un padre cineasta que quiere filmar una historia familiar y su hija actriz, a la que quiere como protagonista. Con Renate Reinsve y Stellan Skarsgård.
Entre un drama familiar tradicional y una película más compleja y elaborada acerca de cómo una casa y varias generaciones de una familia se conectan a lo largo de la historia y a través del cine, SENTIMENTAL VALUE es por lejos la película más madura y mesurada del realizador noruego de THE WORST PERSON IN THE WORLD. Si bien tiene algunos excesos y giros narrativos propios de alguien demasiado enamorado de los recursos de las escuelas de guión, Trier acá logra sostener la elaborada estructura gracias a una relación tensa y compleja entre padre e hija que tienen dificultades de comunicación, tanto en la vida como en el arte.
Nora Borg (Renate Reinsve) es actriz y su padre, Gustav Borg (Stellan Skarsgård), cineasta. Ambos tienen mínima relación ya que el hombre se ha alejado de la familia y ve poco a Nora y a su otra hija, Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas), lo mismo que al hijo de esta, su nieto. Pero cuando muere la madre de ambas y su exposa, Gustav reaparece para el velorio y le dice a Nora que quiere hablar con ella. La mujer –que acaba de estrenar una obra de teatro y tuvo un ataque de nervios muy gracioso justo antes de salir a escena– no sabe que querrá de ella, pero no espera nada bueno.

Curiosamente, Gustav –un cineasta septuagenario que supo hacer grandes películas en el pasado pero que hace 15 años que no filma– lo que quiere es que protagonice su nuevo film, una historia un tanto autobiográfica centrada en la vida y el temprano suicidio de su propia madre, la abuela de Nora. Pero ella no quiere saber nada con hacerlo: la relación con su padre es tensa, él jamás la va a ver actuar (no le gusta el teatro y odia las películas y series que hace) y, de hecho, sospecha que ahora la toma en cuenta porque acaba de hacer una exitosa serie y eso le facilita la financiación.
En medio de viñetas en las que una voz en off va contando historias de las diferentes generaciones que vivieron en esa misma casona noruega (Trier lo hace de un modo más sincero y efectivo que el que usa Robert Zemeckis en AQUI), Gustav parece haber encontrar de casualidad una solución. En el festival de cine de Deauville en el que dan un clásico suyo, conoce a la estrella hollywoodense Rachel Kemp (Elle Fanning) que se ha fascinado con esa película. Después de una cena y de beber en la playa hasta la madrugada, le ofrece el mismo rol que Nora rechazó. Y Rachel no solo acepta sino que se pone obsesivamente a ensayar el papel y a querer conocer más detalles acerca de la historia familiar en la que se inspira.
SENTIMENTAL VALUE basculará entre la vida personal de Nora –con sus obras, sus problemáticas relaciones sentimentales, los líos que tiene con su padre–, en menor medida la de Agnes –una historiadora que investiga casos de víctimas de torturas en el Holocausto– y la de Gustav y Rachel en plena preproducción y ensayos para la película que, al contar con una celebridad como protagonista, ahora producirá la mismísima Netflix. Como marco de todas esas relaciones está la casa, en la que Gustav quiere filmar y en la que pasaron las cosas que en su película se cuentan, además de las que viven los protagonistas en tiempo presente. En todo momento, el lugar es parte esencial de la historia.

Más allá de sus giros entre distintos niveles de ficción y hasta la autoficción que construyen los autores para contar y no contar a la vez su propia historia, la película de Trier es una historia de padres e hijas incomunicados entre sí, incapaces de decirse que se quieren y/o se necesitan. Gustav ha estado ausente de la vida de ambas y su pedido a Nora de que protagonice su película autobiográfica es una forma lateral de intentar acercarse a ella. Pero la hija no acepta el convite porque no puede tan rápidamente perdonarlo. Rachel es una gran actriz, pero es obvio que funciona como reemplazo de la que debería hacer ese papel ya que está inspirado además en su propia abuela.
Drama familiar que gana cuando más seco y concentrado es, más bergmaniano, pero que convive muy bien con algunos momentos de ligereza (hay que ver para creer los regalos que le hace Gustav a su nieto para Navidad) y hasta de comedia franca (cuando Rachel prueba hablar en inglés con «acento escandinavo»), SENTIMENTAL VALUE peca por momentos de algún que otro subrayado, reiteración y de un dispositivo –ligado a la casa y a la filmación en sí– que se siente como un exceso de elaboración de guión. El film no respira lo libremente que podría hacerlo y quiere atar todos los moños con doble nudo, pero aún cuando pierda ligeramente el rumbo a la hora de cerrar el envase, la película ha acumulado suficientes puntos como para salir airosa del match emotivo.
Al ser una suerte de homenaje al cine y a la actuación como modo de comunicación familiar cuando las palabras no surgen por sí solas, la película de Trier se permite una serie de momentos actorales de alto vuelo de parte de todos sus protagonistas para ponerlos en escena, en especial de Fanning, que tiene un largo y descollante monólogo que hace en uno de los ensayos. Pero el alma de la película, aún cuando desaparece durante varios tramos del relato, siempre es Rensve. Con una sonrisa a mano que disimula por lo general «la angustia que le corroe el alma«, Nora está en ese momento en el que tiene que decidir hasta qué punto sostener el enojo que tiene con su padre o si hay espacio para la reconciliación, en ese lugar en el que el cine y la vida se parecen.
«exceso de elaboración de guión»… Los críticos son cosa seria.