
Cannes 2025: crítica de «The Disappearance of Josef Mengele» («Das Verschwinden des Josef Mengele»), de Kirill Serebrennikov (Premiere)
Este film presenta varias posibles escenas de la vida del «Angel de la Muerte» de Auschwitz Josef Mengele en su exilio en Argentina y Brasil. Con August Diehl.
Filmada en buena parte en Uruguay –que hace las veces de Argentina– y en Brasil –que se interpreta a sí mismo–, LA DESAPARICION DE JOSEF MENGELE es una adaptación de la novela homónima de Oliver Guez que intenta descifrar cómo fueron los años que el llamado «Angel de la Muerte» de Auschwitz pasó en América Latina, escondiéndose de los países que lo buscaban para acusarlo por los crímenes de guerra que cometió. Yendo y viniendo en el tiempo constantemente para tratar de establecer las distintas etapas y momentos en la vida de un hombre que va perdiendo de a poco lo que le queda de razón, el filme del ruso Kirill Serebrennikov encuentra la manera de iluminar la mente de un ser perverso y sádico que jamás fue capaz de entender, asumir o aceptar la brutalidad de los crímenes que cometió y ayudó a cometer.
La película –que, salvo por las escenas en Alemania durante la guerra, es en blanco y negro– va saltando sin un eje claro por momentos que van de mediados de los ’50 a fines de los ’70, sin un claro y específico eje más allá de un reencuentro con su hijo que, para la última etapa de su vida, lo va a visitar a Brasil y lo cuestiona respecto a su actividad durante la guerra. Durante el resto del film lo veremos en Buenos Aires (es Montevideo en realidad) escapándose cuando ve un grupo de religiosos judíos a los que imagina persiguiéndolos, viviendo en Córdoba y siendo tratado allí a cuerpo de rey, brevemente en un incómodo paso por Paraguay, durante un regreso a escondidas a Alemania y ya luego en Brasil, viviendo en distintos lugares de ese país y atravesando, ahí sí, algunas situaciones más tensas e incómodas.

En el medio de esos constantes saltos temporales, uno de los ejes de la película será la preocupación de Mengele por que le suceda lo mismo que a Adolf Eichmann, a quien capturan en Argentina en 1960 y luego juzgan y condenan a muerte en Israel. Pero en lo esencial, lo que veremos y, sobre todo, escucharemos, es a Mengele (el actor alemán de BASTARDOS SIN GLORIA y A HIDDEN LIFE August Diehl) tratando de defender y justificar sus acciones para el régimen, amparándose en sus supuestos aportes a la economía mundial y en cómo ahora, por culpa de «los judíos y los comunistas» (sic), todo se había echado a perder.
Algunos de los comentarios de Mengele suenan incómodamente actuales, como cuando culpa a extranjeros e inmigrantes «inferiores», cuando califica a todos sus enemigos como «comunistas» y, especialmente, cuando analiza que los Estados Unidos, luego de la guerra, se dio cuenta que el verdadero enfrentamiento era con la Unión Soviética y que sus ideas en realidad no diferirían tanto de las nazis de no ser «por los negros y los hippies» que coparon su cultura.
En este desfile de incómodas anécdotas y viñetas, el realizador de LETO y LIMONOV va exhibiendo su virtuosismo para la puesta en escena, en especial en una larga escena que tiene lugar en una casona en un pueblo de Córdoba en donde Mengele y un grupo grande de alemanes se reúne y que el realizador filma en un elaborado plano secuencia. En otras, de manera quizás menos ostentosa, logra ir metiéndose en la cabeza cada vez más perturbada del protagonista, como cuando choca con un matrimonio húngaro que lo hospeda en una finca en Brasil. De todos modos, el momento más inquietante y limítrofe es cuando su hijo lo presiona para que revele qué hacía en Auschwitz y el film muestra sus cruentos experimentos a modo de musicalizado clip en Super-8.

Al mostrar toda la historia solo a partir de escenas en las que participa Mengele, la película desafía al espectador a escuchar una y otra vez su punto de vista, su lógica y la de quienes lo acompañan, los que salvo contadas excepciones lo defienden y apañan. De hecho, algunos análisis sobre el «negocio de la guerra» y cómo eso implicó un fuerte silencio acerca de lo que pasaba en los campos de concentración son particularmente certeros, aún dentro de la autodefensa y creciente paranoia del personaje. El film no pone el eje en los supuestos experimentos que Mengele puede haber llevado a cabo ya estando en América Latina, pero sí da a entender que sabía de la existencia de una película al respecto y que eso lo enfurecía.
Inquietante aunque repetitiva, excesivamente larga aunque nunca tediosa, la película del ruso Serebrennikov logra capturar bien la época y hasta las locaciones y personajes argentinos y brasileños que lo rodean, lo mismo que el clima político de la Argentina y cómo cambia a partir de la caída del gobierno de Juan Domingo Perón, que habría sido más «amable» a recién llegados como el perverso doctor de Auschwitz. Si bien es complicado intentar ingresar en la mente de un personaje tan monstruoso, el film permite al espectador un acercamiento inteligente, desprovisto de sensacionalismos al paso. Y le agrega coincidencias con la actualidad que triplica la inquietud que la historia propone. El film puede terminar su cuento hace casi cinco décadas, con la muerte de Mengele, pero algunas de sus ideas parecen haber sobrevivido hasta al día de hoy.