Festivales: crítica de «Hotel by the River», de Hong Sangsoo (Locarno)
La nueva película del maestro coreano (la segunda de 2018 y la quinta en dos años) es aún más minimalista que las anteriores y se centra en un grupo de personas (un padre con sus dos hijos y una pareja de amigas) que pasan unos días invernales encontrándose y deséncontrandose en un hotel alejado.
Da la impresión que cada película del maestro coreano es más pequeña que la anterior. Cuando uno suponía, tras GRASS, de que no podía apostar a hacer algo más minimalista que eso, aquí aparece HOTEL BY THE RIVER, una película que da la impresión de haber sido filmada a lo largo de tres o cuatro días en una sola locación. De todos modos, esta destilación de procedimientos no hace más que aumentar, si se quiere, la grandeza de su visión: con apenas unos pocos elementos y personajes logra similares resonancias temáticas y emotivas que en sus anteriores y acaso un poco más ambiciosos filmes.
HOTEL BY THE RIVER cuenta dos historias que transcurren, en paralelo, en el lugar que le da a la película su título. Por un lado, un hombre mayor que está alojado allí creyendo estar por morir recibe la visita de sus hijos, con los que no se ve muy a menudo. El cruce es más una serie de desencuentros que otra cosa ya que por diversos motivos –que responden más a los juegos con los tiempos y espacios de Hong que a cuestiones más realistas– viven desencontrándose en el mismo lugar. La metáfora del literal desencuentro familiar puede parecer obvia (hay varios temas irresueltos ahí), pero está contada con un humor y una liviandad que desarman esa lineal lectura.
Por otro lado, dos amigas se encuentran en ese mismo momento en dicho hotel. Una viene de sufrir un desengaño amoroso y la otra está allí para ayudarla y consolarla. En medio de sus conversaciones y sus paseos por el exterior del hotel se toparán con el anciano (a quien reconocen como un celebrado poeta) y tendrán alguna charla con él. Más adelante, en un restaurante, los dos grupos volverán a cruzarse, pero en un juego con reminiscencias casi de cine fantástico, por momentos parecerán convivir en realidades paralelas.
Algunas de esas cuestiones se aclararán y otras no, pero es lo de menos, como siempre, determinar el rompecabezas espacio-temporal del cine de Hong, que aquí podría ni siquiera existir. Son apenas excusas, juegos, para ir ensamblando lo que más le interesa desarrollar, que son esas conversaciones, encuentros y desencuentros entre personajes, siempre centrados en frustraciones amorosas o irresueltos conflictos familiares. A diferencia de otros filmes suyos, aquí el peso de los reproches y dificultades está puesto más que nada en la relación padre/hijos, en la idea de confrontar la muerte y la propia irrelevancia que en los asuntos románticos, que suelen ser prioritarios en la obra del director de LA MUJER ES EL FUTURO DEL HOMBRE.
Tal vez no sea la mejor película para descubrir a Hong, ya que por momentos su simpleza parece bordear la improvisación, al punto de perder la habitual concisión que tienen sus relatos que, por más casuales que parezcan, siempre tienen una clara organización por detrás. Aquí, como sucedía por momentoss con CLAIRE’S CAMERA (película comparable en su «chiquitez» y velocidad de producción) da la impresión que hay momentos y escenas que, con un poco más de tiempo y cuidado, podían haber resultado más efectivas.
Pero es un problema menor dentro de un filme que termina siendo emotivo de la manera más elegante posible. En blanco y negro, y con la nieve rodeándolo todo, estos confundidos y angustiados personajes encuentran la manera de llegar al espectador y conmoverlo con los gestos más simples (una carta, una caminata, una serie de miradas), esos que terminan siendo, por sutiles, los que más quedan resonando en el tiempo.
Me pareció un maravilla… A la tercera lectura imagine un sueño de dos “hermanas” luego de haber aprendido la muerte de su padre y recorrido su última locación…