Festival de Mar del Plata 2019: críticas de la sección Autores
En esta sección habitualmente se destacan los nombres más reconocidos del cine mundial. Aquí, un repaso de las últimas películas de Marco Bellocchio, Bruno Dumont, Albert Serra, Céline Sciamma, Sergei Loznitsa, Kiyoshi Kurosawa, Terrence Malick y Virgil Vernier, entre otros.
LOVE ME NOT, de Lluis Miñarro. Difícil saber por dónde encarar esta idiosincrática película del director y productor catalán. ¿Es una versión moderna de SALOME, de Oscar Wilde, con las guerras en Medio Oriente como contexto? Sí, acaso lo sea, pero no alcanza para pintar una propuesta que quizás parta desde ese lugar para luego viajar hacia territorios inexplorados. Miñarro usa el eje central del mito de Salomé (la mujer que pidió la cabeza de Juan El Bautista a cambio de bailar para su padrastro, Herodes Antipas) para explorar asuntos políticos, sexuales y religiosos en un tono que pasa de la tragedia clásica a la comedia absurda, viajando de allí directo al melodrama con una parada en el musical.
¿Todo esto tiene sentido? Bastante. Al menos durante dos tercios de su metraje (la última parte decae un poco en interés), LOVE ME NOT juega con los evangelios intentando trazar paralelos y adaptando a sus personajes a una situación de tensión bélica, torturas y encierros en el desierto. En un universo donde el kitsch, el absurdo y la tragedia se cruzan, Miñarro juega a ser un poco Pasolini, un poco Almodóvar, un poco Albert Serra y bastante Oscar Wilde en un mix muy libre y desprejuiciado que será apreciado por un público que no espere ver aquí un relato convencional sino un desafío lúdico e intelectual, uno que a la vez que lo obligue a repensar ciertos temas clásicos en relación al convulsionado mundo actual.
ATLANTICS, de Mati Diop (link)
FOURTEEN, de Dan Sallitt (link)
HEIMAT IS A SPACE IN TIME, de Thomas Heise. Esta ambiciosa película documental de casi cuatro horas de duración es una suerte de recorrido personal y político del director a lo largo del último siglo de historia alemana en la que combina materiales personales con archivos históricos. Heise lee cartas familiares mientras las imágenes muestran distintos escenarios del país a través de diversas épocas, conectando la historia de los suyos con la alemana.
Desde la Primera Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín, este cineasta de la ex-Alemania Oriental va centrándose en los distintos episodios históricos prestando especial atención a lo sucedido durante la Segunda Guerra Mundial y cómo era vivido por sus familiares. Y también a la división nacional que le siguió. Una película demandante, sin dudas, alejada por completo de cualquier convención documental clásica, HEIMAT… es de todos modos un imprescindible documento histórico en el que lo privado y lo público, lo personal y lo político, se mezclan para contar otra versión de la complicada historia alemana durante el siglo XX.
IL TRADITORE, de Marco Bellocchio (link)
JEANNE, de Bruno Dumont (link)
KRABI 2562, de Ben Rivers y Anocha Suwichakornpong (link)
LIBERTE, de Albert Serra. Esta audaz película del realizador catalán transcurre a lo largo de una oscura noche en un bosque perdido en el medio de Francia durante el reinado de Luis XV (fines del siglo XVIII) en la que un grupo de libertinos sexuales se juntan para tener todo tipo de encuentros con doncellas y jóvenes. No hay cánones ni estereotipos de belleza aquí: es un salvaje vale-todo que bordea lo grotesco y que seguramente incomodará a cierta parte del público pero que refleja con claridad una manera mucho más «liberal» de entender las relaciones sexuales.
Oscura, por momentos tenebrosa, en otros repulsiva, pero siempre inquietante y hasta brutal, LIBERTE es un film que explora el acto sexual desde la observación y desde el acto en sí, una consumación de los deseos más perversos y por momentos desagradables de personajes que hacían de eso un modo de vida, en general con la aceptación y el beneplácito de sus acompañantes de turno. En ese sentido, la película no intenta imponer una mirada ni una lectura actual sobre los hechos: se los muestra, como corresponde, desde el tiempo presente de la acción. Será cuestión del espectador sacar sus conclusiones respecto a lo que está viendo.
Del sadomasoquismo a los juegos religiosos (hay una muy buena broma sobre Jesús, convengamos), del sexo en grupos a los que prefieren mirar y tocarse, muchas de las elecciones sexuales –en su mayoría de hombres– son expuestas en esta suerte de circuito de libertinaje sin limitaciones. Una experiencia por momentos extrema que, pese a una excesiva extensión que tiende por momentos a la repetición, produce la sensación de haber viajado en el tiempo (real y cultural) hacia una época, y un grupo muy especial de personas, que privilegiaban el placer por sobre cualquier otro concepto o cuestión moral.
PARASITE, de Bong Joon-ho (link)
PORTRAIT OF A LADY ON FIRE, de Céline Sciamma (link)
STATE FUNERAL, de Sergei Loznitsa (link)
TO THE ENDS OF THE EARTH, de Kiyoshi Kurosawa. Una película simpática pero menor del maestro japonés, este film realizado por encargo para conmemorar un aniversario de las relaciones diplomáticas entre Japón y Uzbekistán (sí, suena raro, pero ese es el origen del proyecto) logra superar las limitaciones de ese tipo de producto pero no lo suficiente para ubicarse entre las grandes obras del realizador de CURE y TOKYO SONATA. La película sigue a una joven mujer que es la conductora de un programa televisivo japonés sobre viajes quien, junto a su equipo de trabajo, exploran los lugares famosos, mitos y particularidades de Uzbekistán.
La chica es muy profesional (su aguante para girar varias veces seguidas en una especie de terrorífico roller coaster es sorprendente) pero también curiosa, por lo que explora el país por su cuenta. Esa curiosidad se mezcla con miedo por lo que suele meterse en problemas tomando absurdas decisiones que cualquier turista debería evitar. De todos modos, esa mezcla de atrevimiento y timidez (la actriz es también una famosa cantante de J-Pop) la vuelve un personaje querible que, además, tiene que lidiar con una serie de asuntos personales que la tienen en plena crisis.
Sus más de dos horas de duración y algunos episodios excesivamente didácticos (en especial en su última parte) van desgastando un poco esa simpatía inicial que generan los choques culturales de la película, que en cierto modo intenta ser una crítica a la manera entre temerosa y un tanto despreciativa con la que los japoneses se relacionan con otras culturas. Es una curiosidad en la carrera de Kurosawa –hasta incluye un par de caprichosas pero encantadoras secuencias musicales– de la que sale bastante bien parado. Un cineasta que, al igual que la protagonista, trata de cumplir con los compromisos asumidos y, a la vez, escaparse y filmar los costados menos turísticos y más reales del país que le tocó visitar.
A HIDDEN LIFE, de Terrence Malick (link)
UN FILM DRAMATIQUE, de Eric Baudelaire. El director de ALSO KNOWN AS JIHADI pasó cuatro años en una escuela primaria de las afueras de París llamada Dora Maar en lo que parece ser un programa de cine, enseñando a los chicos, más que rudimentos técnicos, a manejarse libremente con las cámaras, filmando sus experiencias y sus vidas personales. Es así que a lo largo de esos años se fue conformando este documental que muestra material grabado por los propios chicos –que con el paso del tiempo van cambiando de manera sustancial– con otro en el que se ve al grupo charlar y discutir sobre variados temas en el propio colegio.
Si bien no todos episodios y escenas tienen igual interés (y el film, con dos horas, es un tanto largo), la película crece especialmente en las conversaciones grupales o en algunos videos realizados por los chicos en los que, de a poco, se van colando ideas sobre la inmigración, la política social, el racismo, la pobreza, las diferencias entre los suburbios y la capital y, también, las discusiones que mantienen sobre las posibilidades del cine y el status de lo que ellos mismos están haciendo. Eso envuelto, además, en una película en la que el propio tiempo de rodaje es un factor y en la que los niños que la empiezan son bastante distintos a los adolescentes que la terminan.
FELIX IN WONDERLAND, de Marie Losier. La directora de CASSANDRO EL EXOTICO vuelve con otro de sus cariñosos y amables retratos sobre personajes muy particulares. En este caso se trata del alemán Felix Kubin, un hombre que ha dedicado su vida a hacer música electrónica experimental. Kubin, que se autodescribe como dadaísta, está fascinado por las posibilidades de la tecnología (tiene una suerte de relación amorosa con su sintetizador Korg MS20) y también es dueño de una personalidad bastante poco común.
En poco menos de una hora, Losier se acerca a Kubin con el mismo afecto que con los personajes de sus anteriores films: el hombre es decididamente un excéntrico (hace curiosas pruebas sonoras con animales, por ejemplo) pero muy lejos de la intención de la directora está burlarse del hombre. Al contrario, tras ver sus bizarros pasos de baile, su especial forma de vestirse y, además, su música (y la música que ama con pasión, de Stockhausen a Kraftwerk pasando por incontables bandas desconocidas y «ruidistas»), no se puede más que envidiar la vitalidad de un personaje que prueba ser un verdadero visionario a la hora de pensar y producir música electrónica.
MI PIEL, LUMINOSA, de Nicolás Pereda y Gabino Rodríguez. Este proyecto que nació, como el de Kiyoshi Kurosawa, de un encargo (en este caso, de filmar un programa de mejoras en escuelas primarias de México) da como resultado un producto muy original y completamente alejado, uno imagina, del encargo en cuestión. Se trata de un mediometraje que, en una combinación que recuerda al mejor cine iraní, mezcla historias reales con inventadas a partir del trabajo con niños en el que se combinan, también, el documental con la ficción que ellos mismos inventan.
Con la colaboración del escritor Mario Bellatín (quien actúa en el film y presta el título de la película de una historia suya), Pereda y su actor-fetiche convertido en codirector van llevando este film hacia un lugar en el que la imaginación de un chico encerrado por un supuesto problema sanitario se impone por sobre el registro documental aportando un giro dramático y tonal fascinante e inesperado.
SAPPHIRE CRYSTAL, de Virgil Vernier. El siempre inquietante director francés de MERCURIALES y SOPHIA ANTIPOLIS (escribí sobre esas dos películas aquí) entrega un bastante ácido mediometraje en el que, en un tono que se acerca al documental, observa las actitudes y comportamientos de un grupo de la más alta clase social suiza, hablando de sus hábitos y costumbres más desaforadas y salvajes, celebrando su acceso al consumo y a las grandes marcas y pasando una noche de fiesta en una de sus casas.
Si bien los personajes son bastante detestables y la crítica hacia sus usos y costumbres no es nada sutil (presten atención a la historia sobre unos muy particulares spaghetti a la bolognesa que cuenta una de las chicas), hay algo en la mirada de Vernier que permite que uno se identifique con algunos de ellos, especialmente los recién llegados (del Este de Europa, nada menos) que intentan integrarse o, al menos, comprender algunos de los hábitos de estos niños malcriados de la alta burguesía de Ginebra que, cuando miran al cielo, en lugar de estrellas ven carteles de las más refinadas marcas.