
Festival de Sundance 2025: crítica de «La virgen de la tosquera», de Laura Casabé
Esta adaptación de dos cuentos de Mariana Enríquez cuenta una historia fantástica en la Argentina de la crisis de 2001 a partir de las experiencias de un grupo de chicas en conflicto. En el Festival de Sundance.
Los cuentos de Mariana Enríquez son, para el cine argentino, una puerta abierta a varios universos. Empecemos por el más obvio e «industrial»: se trata de una autora reconocida internacionalmente tanto en círculos literarios como cinéfilos, lo que le da a posibles adaptaciones de su obra algo que al cine argentino no le sobran: los llamados «IP», sigla en inglés de «Propiedad Intelectual», expresión que se usa en este caso para describir a obras que ya son conocidas de antes o que tienen un punto de venta de arranque que la posiciona por encima de otras. No es lo mismo, comercialmente, estrenar una película basada en un cuento de Enríquez que de un autor poco conocido o sin la creciente fama «de culto» que tiene la escritora y periodista argentina.
Pero lo importante pasa por otro lado: sus cuentos y novelas son muy cinematográficos, están pensados de entrada –esa, al menos, es mi impresión– desde las imágenes y se apoyan en oposiciones fuertes, marcadas, por lo general muy inquietantes. No hay que forzar demasiado sus textos para convertirlos en cine: se leen como quien ve una película, se adaptan a ese formato con naturalidad, más allá de que la brevedad de muchos de ellos pueda complicar las cosas y lleven a que las adaptaciones tengan que incluir a más de uno o expandirlos demasiado. Dentro de este territorio, lo más destacable pasa por su pertenencia –personal, pero pertenencia al fin– al género fantástico, al misterio y al terror, un tipo de cine que en la Argentina está creciendo muchísimo pero que todavía no ha conseguido el respeto ni el prestigio que tiene en otros lugares.

Películas como LA VIRGEN DE LA TOSQUERA logran unir esos puentes, acercar las distancias que separan lo que muchos llaman «cine de festivales» con el «cine de género». Y lo hace a partir de un acercamiento fresco, original y muy inquietante que, si bien puede emparejarse con otras expresiones del llamado «cine de género de autor» (algunos le dicen «horror elevado», pero me parece una expresión espantosa), tiene una lógica y una impronta muy propia, local y argentina. Uno puede extraer los elementos de género de la película de la directora de LOS QUE VUELVEN y bien podría estar viendo un drama más o menos realista que transcurre en el conurbano bonaerense en la época de la crisis económica de 2001. Pero esos elementos son esenciales para que la película no recaiga en usos y costumbres ya establecidos por el Nuevo Cine Argentino décadas atrás. Es un film que bebe de esa herencia –su universo de referencias es innegable– para profundizar algunos aspectos a partir de los recursos propios del género.
Adaptada en realidad de dos cuentos de Enríquez —LA VIRGEN DE LA TOSQUERA y EL CARRITO, ambos publicados en el libro LOS PELIGROS DE FUMAR EN LA CAMA–, la película se presenta como un drama adolescente en el que su tensa protagonista, una chica de unos 17/18 años que acaba de terminar la escuela secundaria, tiene que lidiar con una serie de cambios que la afectan y la llevan a actuar de una manera un tanto extrema. En el mundo de Natalia (una excelente Dolores Oliverio en su debut actoral) existen dos amigas, hermanas entre sí (interpretadas por Isabel Bracamonte y Candela Flores), un chico medio amigovio llamado Diego (Agustín Sosa), su abuela Rita (la actriz española Luisa Merelas) y poco más. Pero la aparición de Silvia (Fernanda Echevarría), una chica un poco mayor y con más «mundo» (que viajó a Londres y vio muchas bandas en vivo, sabe de música y consigue entrar «a lugares»), rompe esa precaria estabilidad. Más que nada porque Diego parece más interesado en ella que en Natalia, cuya frustración y celos no hacen más que crecer.
No es eso todo lo que sucede en ese barrio popular lindante con algunas villas y zonas más densas del conurbano. En principio, la realidad socioeconómica se cuela en todo momento, en versiones que aquí se presentan entre tensas y espeluznantes. Un hombre de la villa cercana defeca en la calle, es golpeado salvajemente por un vecino y se va dejando allí su carrito, uno que nadie se atreve a tocar o a mover por lo «peligroso» que parece su contenido. La luz se corta todo el tiempo (algo mortal si uno está en un locutorio usando ICQ o viendo el programa de Susana esperando ver si llama), falta el agua en la zona y, cada tanto, se escuchan tiros o golpes en la puerta de personas en apariencia perseguidas. A eso hay que sumarle la aparición de un «pretendiente» de la abuela (Daddy Brieva en un rol breve pero clave) y de un niño vecino cuya madre está internada y que se queda más de lo pensado en la casa con Natalia y Rita. Los conflictos sexuales y sentimentales de la chica se mezclan con esta realidad áspera dando resultados que, de a poco, se van volviendo inmanejables.

Con un guión de Benjamín Naishtat que conecta en varios sentidos con su opera prima HISTORIA DEL MIEDO, la película de Casabé va lentamente moviéndose del tenso drama adolescente a algo, si se quiere, un tanto más violento y cercano al territorio fantástico. En ese sentido, LA VIRGEN… recuerda a ciertos títulos recientes del cine francés como LOS CINCO DIABLOS o a la canadiense FALCON LAKE que se asoman a situaciones realistas desde un acercamiento fantástico, quizás con CARRIE como una referencia fuerte pero más desde lo temático que en lo estilístico. Casabé va dosificando la aparición de lo fantástico en la vida de las chicas, acumulando incidentes cada vez más graves que tienden a pasar casi inadvertidos por este grupo de amigas que no parece tomar conciencia de lo que empieza a suceder a su alrededor. Como les sucedía a los protagonistas de la gran RIVER’S EDGE, una muerte cercana o un hecho sangriento no parece provocarles demasiada emoción, aunque otros las afectan más de la cuenta. Especialmente a la cada vez más confundida y perturbada Natalia.
Una crónica negra sobre «una edad difícil» con una protagonista que tiene la capacidad de generar empatía y rechazo casi al mismo tiempo, LA VIRGEN DE LA TOSQUERA es un film con una sorprendente capacidad para manejarse muy bien en las arenas movedizas que existen entre el relato realista suburbano y el film de horror hecho y derecho. Es posible que por momentos se la sienta un tanto desbalanceada (en la primera mitad del film, de hecho, los elementos de terror pasan más por la puesta en escena que por asuntos concretos del universo fantástico), pero se trata de un film logradísimo que logra retratar muy bien la sensación de fastidio, calor, molestia, inquietud y frustración de la vida de la protagonista –con sus inquinas personales– y también de los que la rodean, que solo tienen esperanzas en un llamado millonario de la tele para que los saque de la complicada situación en la que viven.
En ese sentido, THE VIRGIN OF QUARRY LAKE –como se llama en inglés–, pese a ser una coproducción entre varios países, tiene una impronta muy local. Más allá de algún acento medio esquivo, la película de Casabé presenta una situación que, si bien es universal en cuanto a las sensaciones de celos e inmanejable furia que atraviesa su protagonista, es argentina hasta la médula en otros. No solo por incluir referencias a la televisión, a las marcas, a los hábitos y a la música de la época (un par de canciones de Las Pelotas tienen un rol preponderante aquí), sino por introducir un escenario en el que lo económico, lo religioso y lo fantástico se mezclan de una manera profunda e identificablemente local.

En lo que respecta lo específico de la adaptación de Naishtat, la película se organiza más que nada en función de lo que se relata en el cuento LA VIRGEN DE LA TOSQUERA mientras que los materiales ligados a EL CARRITO funcionan más como contexto y aportando algunas anécdotas laterales y secundarias. A eso hay que sumarle muchos otros elementos y situaciones creados especialmente para el film. Y si bien la extraña presencia de ese carrito de supermercado que nadie parece atreverse a sacar del medio de la calle puede parecer más simbólica que otra cosa, es a la vez el que habilita y hace crecer la tensión social y económica que atraviesa todo el film. Sin esas tensiones y ese contexto, la problemática adolescente de Natalia quizás perdería algo de la potencia que tiene al combinarse con lo que está pasando en el territorio y con la gente. La bronca y el fastidio van más allá de los celos de una chica: es un reflejo sobrecargado de lo que sucede en la calle.
Si bien ya hay otros proyectos encaminados que están ligados a la literatura de Enríquez, películas como la de Laura Casabé dejan en claro que hay allí un enorme e interconectado universo para explorar, uno que muchos cineastas –preferentemente, muchas cineastas– pueden aprovechar, agregándole sus propias preocupaciones temáticas o elecciones formales. Es imposible no imaginar a directoras como Lucrecia Martel (tanto LA CIENAGA como LA NIÑA SANTA recorren terrenos similares a los de este film) encarando alguno de estos cuentos o a tantos otros cineastas que se atrevan a incorporar lo misterioso y lo fantástico a esa entelequia fascinante, indescifrable y bastante absurda que conocemos como la Argentina.