Series: reseña de «1923 – Temporada 2», de Taylor Sheridan (Paramount+)

Series: reseña de «1923 – Temporada 2», de Taylor Sheridan (Paramount+)

Harrison Ford y Helen Mirren protagonizan la segunda temporada de esta mezcla de western y drama acerca de una familia que intenta manejar un rancho en Montana pese a constantes adversidades humanas y naturales. En Paramount+.

Menospreciadas por gran parte de la crítica, las series creadas por Taylor Sheridan siguen estando entre las más vistas en los Estados Unidos, tanto las ligadas al «Universo YELLOWSTONE» como las que van por fuera, desde TULSA KING a LANDMAN. Protagonizada nada menos que por Harrison Ford y Helen Mirren, 1923 es una de las precuelas de YELLOWSTONE (la otra es 1883 y transcurre obviamente, 40 años antes que esta), centradas en la larga saga de la familia Dutton y los orígenes históricos del rancho en el estado de Montana en el que habitan. Tras su exitosa primera temporada, la serie regresa con su cada vez más sólida mezcla de western, relato de aventuras, melodrama familiar y tramas políticas ligadas al control de la tierra y el ganado.

En sus tres primeros episodios, la serie trabaja tres líneas narrativas paralelas que de a poco se van uniendo, continuando los sucesos de la primera temporada. En el rancho de Montana en el que viven, Jacob (Ford) y Cara (Mirren) tienen que soportar un durísimo invierno, diversas enfermedades, animales salvajes y altercados políticos ligados al control del ganado, enfrentándose al poderoso (y vicioso) Donald Whitfield (Timothy Dalton), que trabaja junto al escocés Banner Creighton (Jerome Flynn), acérrimo rival y enemigo de los Dutton. Jacob tiene a su lado al Sheriff McDowell (el veterano Robert Patrick), pero aún así las fuerzas que se le oponen son complicadas de vencer.

Otra línea narrativa la lleva adelante Teonna Rainwater (Aminah Nieves), una chica de la tribu crow que se ha dado violentamente a la fuga tras escapar de una abusiva «escuela para indios» y que es agresivamente perseguida por el Oficial Kent (Jamie McShane), el Padre Renaud (Sebastian Roché) y su gente, quienes no parecen compartir metodologías entre sí pero de todos modos van asesinando a decenas de indígenas a su paso mientras intentan construir socialmente una imagen aterradora de la chica.

La subtrama más alejada del universo western es la más interesante, pese a no haberlo sido en la anterior temporada. Lo que entonces se veía como una tonta historia de pasión amorosa y romance prohibido entre Spencer Dutton (hijo de Jacob y Cara) y la joven inglesa Alexandra (Julia Schlaepfer) –cazando leones en Africa y viajando en un crucero en plan TITANIC— ahora se ha vuelto una historia densa y violenta ligada a la inmigración a los Estados Unidos, ya que la llegada de ambos por separado al país es bastante traumática. Spencer tiene que lidiar con un violento viaje en barco y, al llegar, con una mafia de traficantes de bebidas alcohólicas, mientras que Alexandra llega a Nueva York en un turbulento viaje para encontrar que los Estados Unidos está lejos de ser la Tierra Prometida de la que tanto hablan.

Ese drama histórico, que incluye un episodio que transcurre en su gran mayoría en Ellis Island con la llegada de Alexandra a Nueva York y todos los controles y chequeos médicos que recibe, es la más consistente y ambiciosa de las tres subtramas, incluyendo la reconstrucción de Manhattan en esa época. En el rancho –en el que Jacob y Cara esperan la ayuda de su hijastro Spencer–, lo más tenso pasa por la naturaleza: el frío devastador que ingresa a la casa y, con él, animales salvajes dispuestos a ir contra la gente. Más que Ford, la persona que lleva las riendas ahí es Mirren, como una mujer de armas tomar que parece ser el bastión y el sostén de los muy sacrificados Dutton.

Clásica y hasta retro en sus formas –aún con los convencionalismos y diálogos demodé que eso conlleva–, 1923 funcionará muy bien con los espectadores que están al tanto de las idas y vueltas del universo YELLOWSTONE pero también con el público más casual, el que entró a la serie sin necesidad de conocer lo que pasará casi un siglo después con los descendientes ni con lo que pasó antes y se muestra en 1883. Hay algo tradicional en la manera en la que Sheridan (que escribe de puño y letra los guiones de todos los episodios, una rareza en las series de TV) narra los acontecimientos, con conocimiento de las tradiciones canónicas de los géneros, que hace que sus episodios tengan un buen ritmo, tensión y el suficiente desarrollo de los personajes para que la acción no se sienta hueca o vacía.

Lo que hace Sheridan en 1923 no tiene nada de novedoso, es cierto. Pero a eso, que resulta muy criticado en los Estados Unidos por su falta de originalidad, el hombre le opone un retorno a los sólidos fundamentos narrativos de la llamada «escuela americana», algo que las series han perdido tanto como el cine. Los abnegados y sufridos rancheros, el heroico aventurero que lidia con todo a los golpes, la damisela en apuros y el indígena agredido por el hombre blanco pueden ser todas figuras prototípicas del cine y las series, pero cuando están bien construidas funcionan. Y eso Sheridan sigue sabiéndolo hacer muy bien.

Los shows de Sheridan no logran entrar en el segmento «series de prestigio» por diversos motivos. Algunos son propios del tipo de propuesta (TULSA KING o LIONESS buscan claramente otros mercados) y otros, para mí, tienen más que ver con que el hombre está considerado como «conservador» o bien que sus series son exitosas entre el público o los estados que votan a Donald Trump. 1923, en su temática, no tiene nada que ver con ese tipo de ideologías (ver sino la trama de Teonna o la llegada de Alexandra al país), pero aún así le cuesta salir de ese nicho de «telenovela» tradicional y ser tomado seriamente. Si no lo logra con Harrison Ford, Helen Mirren y una saga histórica-épica como esta, da la impresión que Sheridan no lo logrará con nada.