Estrenos online: crítica de «N° 24», de John Andreas Andersen (Netflix)

Estrenos online: crítica de «N° 24», de John Andreas Andersen (Netflix)

por - cine, Críticas, Estrenos, Online, Streaming
01 Ene, 2025 09:21 | comentarios

Este drama bélico noruego se centra en las experiencias de Gunnar Sønsteby, uno de los líderes de la resistencia contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Estreno de Netflix.

Habría que instalar en el mercado un nuevo género cinematográfico al que llamar «películas bélicas de Netflix». ¿Qué las caracteriza? Como ya lo analicé alguna otra vez, son películas europeas que transcurren mayoritariamente durante la Segunda Guerra Mundial (algunas se ocupan de la Primera) y tienden a poner el acento en historias poco conocidas, que nunca llegaron a la pantalla grande tal vez por su especificidad, su nacionalidad o porque salieron a la luz en las últimas décadas. Otra característica es que, en su mayoría, no son películas bélicas en el sentido más estricto, sino que lidian con lo que sucedió con las sociedades civiles de la época, conectadas o no con el Holocausto. No se trata, necesariamente, de films de acción y aventuras sino, por lo general, dramas humanos ligados a las consecuencias y tensiones sociales durante tiempos de guerra.

Hay, claramente, un mercado para este género ya que cada cuatro, cinco meses aparece de la nada alguna película danesa, británica, holandesa, italiana (la reciente EL TREN DE LOS NIÑOS, que transcurría justo después) o, como en un par de casos, noruegas, que nos acercan otra historia poco conocida de la Segunda Guerra. De todas ellas, la única que salió del nicho «película bélica de Netflix» –si bien no cumplía del todo con los requisitos y ya de movida era una producción más grande y ambiciosa– fue la nueva versión de SIN NOVEDAD EN EL FRENTE, que pasó a transformarse en un film premiado, prestigioso y en el inicio de la carrera internacional de su realizador, Edward Berger, que vuelve a estar en la conversación del Oscar por su reciente CONCLAVE.

No creo que pase lo mismo con el film de Andersen, pero NUMERO 24 sale bastante bien parada del desafío bélico de la N roja. Es un film sobre la resistencia noruega al nazismo centrado más que nada en las experiencias de Gunnar Sønsteby (interpretado de joven por Sjur Vatne Brean), uno de los líderes y principales referentes de esa lucha contra la invasión nazi, alguien que sobrevivió para contarlo y transformarse en un ícono nacional por su esfuerzo y sacrificio en esa desigual batalla.

Curiosamente, el film de Andersen funciona donde la mayoría de las otras películas se quiebran. Esto es: en el relato paralelo que sirve de marco a la historia. Es usual que films de este tipo se narren utilizando a una persona que, en el presente, le cuenta a otra lo que le sucedió tiempo atrás, funcionando ese esquema como excusa para un largo flashback narrativo. Acá eso aparece de entrada, cuando un Gunnar ya muy anciano y mal de salud (encarnado por Erik Hivju), se presenta a hablarle a un grupo de alumnos de una escuela sobre sus experiencias en la guerra. Ese recurso, en determinado momento, pasará a ser clave para incorporar las ideas más interesantes sobre las que trabaja el film.

En lo esencial, es una historia que hemos escuchado antes. Gunnar es un joven que, cuando los nazis rápidamente –y con muy pocos soldados– toman Oslo y pasan a controlar Noruega, decide alistarse en la resistencia. Junto a un grupo creciente y conflictivo de personas empieza a destacarse gracias a su seriedad y rigurosidad, un tipo dedicado por completo a la lucha, muy preparado y organizado para cada acción. Mientras otros no podían abandonar del todo ciertas tentaciones –la bebida, las salidas con chicas–, Gunnar solo vivía por y para la causa. Era, además, indoblegable.

N° 24 –tal es el número que le asignan– pondrá en escena distintos atentados y acciones llevadas a cabo, con mayor o menor suerte, por Gunnar y los suyos, con los problemas y conflictos previsibles, los colegas atrapados y torturados que pueden o no llegar a delatar, los preparativos secretos, las tensiones permanentes ante la posibilidad de ser descubiertos. Hasta ahí, nada del todo nuevo. Pero de a poco aparece un tema que se ha vuelto central a muchos relatos centrados en conflictos bélicos (NO DIGAS NADA, sobre la lucha armada en Irlanda del Norte, tiene el mismo eje temático): ¿cómo lidian los grupos de resistencia con los colaboracionistas, los traidores o sospechosos de «jugar para el otro equipo?

Es que una cosa es matar nazis y otra, muy distinta, es lidiar de similar manera con los propios, por más traidores que sean o se sospeche que puedan ser. Lo mismo que los llamados «daños colaterales» ligados a una bomba puesta para matar a un líder nazi y así. ¿Qué es lícito y qué no en tiempos de guerra? ¿Qué entra en una categoría ética que puede ser soportable por los sobrevivientes? Y este tema –que se veía de una manera entonces y que hoy se analiza de un modo quizás distinto– es el que repercute en el presente del relato, cuando Gunnar da la charla en cuestión. Y eso lo que le permite a la película ser bastante más inquietante y menos rutinaria de lo que parecía ser.

Gunnar no es –ni entonces ni en el presente– un tipo especialmente amable o simpático, de esos que tratan de ser didáctico o que entusiasman a sus seguidores por su carisma. Casi lo opuesto. Gunnar es un tipo duro, seco, que sabe que lo que hace es difícil, en algunos puntos hasta polémico, pero que considera como la única opción posible si los noruegos quieren volver a ser un país libre, sin los nazis controlándolos. Esa filosofía contrasta con la manera en la que hoy se analizan muchas de esas mismas conductas, sacrificios y difíciles decisiones personales. N° 24 no toma partido sino que se pregunta ya no la lucha por la libertad –los nazis son malos, de eso nadie tiene dudas– sino por las conflictivas consecuencias de las decisiones tomadas contra los propios. Y eso no tiene una respuesta tan clara. O, si la tiene, sigue incomodando igual.