BAFICI 2023: 47 críticas de todas las secciones

BAFICI 2023: 47 críticas de todas las secciones

Aquí, toda la información y críticas de 47 películas que se verán en la nueva edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires que comienza el 19 de abril.

Del 19 de abril al 1 de mayo de 2023 se realizará la 24° edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, uno de los festivales de cine más importantes de América Latina. Serán 13 días plenos de películas para todos los gustos, el punto de encuentro perfecto para los y las amantes del cine que busquen una programación potente y diversa, con títulos de origen nacional e internacional.

La presente edición contará con el valor agregado del feriado 1 de mayo, que tendrá una súper programación online en Vivamos Cultura como cierre del Festival para que todo el país pueda disfrutar, de manera masiva y federal, películas de distintas partes del mundo. El 50% de la programación podrá verse durante el último día, tomando títulos de cada una de las secciones.

El Festival reunirá las películas más destacadas de innovadores cineastas nacionales e internacionales. La presente edición contará con más de 250 películas, entre largometrajes y cortometrajes, con más de 450 funciones y más de 30 actividades especiales en 15 sedes a lo largo y ancho de la Ciudad.

Uno de los objetivos fundamentales de BAFICI es acercar el cine a los vecinos y vecinas, demostrando que hay películas para cada uno de ellos, tanto en las salas como en cada rincón del país. Por ello, habrá una gran oferta de actividades, proyecciones al aire libre, talleres, charlas y eventos que indagarán en una amplia variedad de géneros y relatos.

Otro importante objetivo del Festival es la reactivación de la industria cinematográfica, y por eso esta edición profundizará la integración federal. Será un gran espacio a nivel mundial para la difusión de la diversidad del cine, con fuerte hincapié en la producción local, que al mismo tiempo acompaña la transformación urbana de la Ciudad y afianza la federalización de sus contenidos culturales. Habrá una programación con gran presencia argentina, con películas de diferentes partes del país: Ciudad de Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires, Tucumán, La Rioja, Córdoba, San Luis, Santa Fe, Río Negro, Jujuy, Santiago del Estero y Mendoza.

Las entradas se pueden comprar de manera online a partir del 11 de abril a las 10 hs. en ciclosyfestivales.vivamoscultura.buenosaires.gob.ar o personalmente en las siguientes boleterías:

-Del 11 al 18 de abril – de martes a domingo
Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551) de 11 a 22 hs.

-Del 19 al 30 de abril – de lunes a lunes, desde el comienzo de la primera función del día hasta el comienzo de la última.
Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551)
Cine Cosmos (Av. Corrientes 2046)
Espacio INCAA Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635)
Multiplex Lavalle (Lavalle 780)
Cine Lorca (Av. Corrientes 1428)
Arthaus (Bartolomé Mitre 434)

Aquí, críticas de 47 películas de todas las secciones del festival:


COMPETENCIA INTERNACIONAL

LAS DEMAS, de Alexandra Hyland. Esta intensa, nerviosa y colorida película chilena retrata a dos amigas, Rafaela y Gabriela, que circulan por la agitada vida nocturna de Santiago, pasando de fiesta en fiesta y de aventura y aventura. En una noche, del modo más casual imaginable, Rafaela queda embarazada. En Chile el aborto es ilegal por lo que para hacerlo hay que ingresar a un mundo de contactos y prácticas prohibidas. La chica parece poder afrontar todo con la misma ligereza y espíritu positivo con el que se maneja todo el tiempo, pero pronto se dará cuenta que la cosa no es tan sencilla y que, además de las complicaciones prácticas, hay dificultades emocionales que no son fáciles de atravesar.

Hyland nunca abandona del todo ese costado de comedia cool para centennials más acostumbrados a ver TikToks que películas convencionales. Y esa explosión de color, de citas de canciones y de búsqueda de trabajo ridículas para conseguir dinero que ayude a pagar el aborto (que, previsiblemente, es carísimo dadas las circunstancias) se mantiene a lo largo de toda la desventuras que ambas, pero en especial «Rafa», atraviesan. ¿Una comedia sobre el aborto? Acaso LAS DEMAS sea eso. Y, más allá de cierto regodeo en los espejitos de colores del montaje pop, funciona muy bien.

NOTAS SOBRE UN VERANO, de Diego Llorente. La sinopsis, organizada en torno a un triángulo amoroso, podría pertenecer a una película de Eric Rohmer. Marta (Katia Borlado) es de Asturias y vive con su novio Leo (Antonio Araque) en Madrid, donde trabaja y estudia. La chica se va a pasar el verano a Gijón y allí se encuentra con Pablo (Álvaro Quintana), un antiguo novio, con el que rápidamente reconecta. La película deja de ser «rohmeriana» cuando Marta y Pablo empiezan a tener un tórrido affaire amoroso que Llorente exhibe con llamativa franqueza sexual, algo que el realizador francés de MI NOCHE CON MAUD jamás hizo. Todo se complica cuando Leo viaja a visitar a Marta y ella tiene que suspender el asunto, por lo menos momentáneamente, y tratar de ver qué le sucede.

La película de Llorente es simple y directa: no hay mucho más que lo que se cuenta en esas líneas. Las escenas son casuales en su mayoría y las conversaciones también, en su mayoría circunstanciales. No hay grandes dramas ni conflictos evidentes salvo cuando Marta tiene que pensar que hacer con su vida y ahí todo se complica un poco más. NOTAS… está narrada con una bienvenida dosis de ligereza que no llega a ser «documental» pero que se acerca a ese tipo de registro. Hay fiestas, reuniones en bares, paseos, comidas familiares, llamadas telefónicas y así. Todos clásicos veraniegos.

Recién sobre el final aparece algo que se acerca más a un drama convencional, donde afloran las emociones y los miedos entre la seguridad y la aventura, entre apostar al riesgo o seguir con lo conocido. Antes que eso, Llorente elige un minimalismo que sí, tiene mucho de «rohmeriano«, aunque se nota la ausencia de diálogos un tanto más inteligentes o reveladores que eran la marca registrada del francés. Como bien dice el título son «notas», apuntes sobre una historia de amor de verano que puede, casi sin pensarlo, cambiarle la vida a varias personas.

UNA CLAUSTROCINEFILIA, de Alessandro Aniballi. Como muchos, el crítico de cine y director italiano de esta «no-película», como él mismo la define, se encontró al principio de las cuarentenas ligadas a la pandemia bastante solo e inmovilizado, frente a su computadora y con mucho cine para ver o revisitar. Y el resultado de un seguramente largo proceso de escritura, selección y montaje es esta suerte de diario de esa experiencia plagado de reflexiones sobre el cine y su vida en función de las películas que va explorando, en algo que no le gusta definir como «cinefilia» sino, casi, como la invención de una realidad paralela que, a su manera, puede vencer a la muerte.

Su película es un diario, un compendio caótico de reflexiones, todas dirigidas a su PC («Caro PC», empiezan) y apoyadas en fragmentos de más de un centenar de clásicos y no tan clásicos del cine. Así, pasando por Antonioni, Welles, Fellini, Scorsese, Polanski y Godard, mostrando imágenes de su paso por el Festival de Cannes, inventando historias y personajes curiosos, repasando momentos de su vida y analizándolo todo de una manera por momentos muy inteligente y en otros de un modo entre caótico y azaroso, Aniballi hace una historia personalísima de su relación con el cine, enfocándose en escenas concretas, actores específicos y en las experiencias que ha atravesado con el cine, viéndolo, analizándolo y entendiendo que, por más conflictiva que sea su relación con él, es tan inevitable en su vida como el hecho de que en un punto se termina.

-AND, TOWARDS HAPPY ALLEYS, de Sreemoyee Singh. Este documental filmado por la realizadora india a lo largo de varios años en Irán empezó para ella como un proyecto de narrar y analizar la historia del cine de ese país entrevistando a algunas de sus figuras importantes (Jafar Panahi y algunas actrices de sus primeras películas son las más conocidas) pero pronto derivó en un relato acerca de las distintas formas de opresión que viven las mujeres en ese país, muchas de ellas ligadas a la obligación de usar «hijab», los códigos de vestimenta religiosos que las cubren casi de pies a cabeza. La fallecida poeta Forough Farrokhzad, directora del clásico film THE HOUSE IS BLACK, es una figura central de este recorrido personal de Singh. Y la posibilidad de la realizadora de cantar –algo que las mujeres locales tienen prohibido en público– funciona como otro elemento clave y particularmente emotivo.

La película, formalmente muy casual y por momentos ligera (hay un momento muy simpático y auto-referencial con las dos actrices de Panahi), va poniéndose más oscura tanto por algunas experiencias que la realizadora vive mientras filma por las calles o entrevista a realizadores, por videos subidos clandestinamente que exhibe y, a la vez, por algunas historias que les cuentan algunas de las entrevistadas. La película comienza con un texto sobre las manifestaciones que empezaron en 2022 pero fue filmada anteriormente. De todos modos las experiencias y situaciones que analiza siguen vigentes hoy o son aún peores. Lo mismo pasa con Panahi, filmado aquí tiempo antes de su actual prisión, cuando todavía podía recorrer las calles, filmando y manejando, algo que también hace en varias ocasiones en este personal repaso por la historia reciente y por el cine de Irán.

THE NEW GREATNESS CASE, de Anna Shishova

LA SUDESTADA, de Daniel Casabé y Edgardo Dieleke

BLONDI, de Dolores Fonzi

EL SANTO, de Juan Agustín Carbonere


COMPETENCIA ARGENTINA

LOS CONVENCIDOS, de Martín Farina. De todas las distintas vertientes del documental sobre las que trabaja el director de EL FULGOR quizás esta sea de las más directas, la que se acerca a historias ligadas a conocidos y familiares exponiendo ante una cámara que observa sin opinar lo que sucede delante de ella. Los planos aquí no son fijos pero podrían serlo. A lo largo de cinco pequeñas conversaciones o monólogos que totalizan apenas una hora, Farina presenta a personajes que podrían entrar dentro del marco amplio del título: hombres y mujeres muy seguros y convencidos de sus propias opiniones, de esos que al sentarse en una mesa a conversar raramente aceptan o incorporan lo que los otros tienen para decir. Ellos ya saben, digamos, cómo son las cosas.

No todos los segmentos son estrictamente representaciones de este concepto pero sí muchos de los personajes: la chica que está segura de que implementando un sistema tipo «piramidal» se hará millonaria y trata de convencer al director, a los espectadores y a alguna chica a la que le da una charla virtual de los méritos de su propuesta. Un grupo de amigos discute sobre la ética y la moral de comprar en McDonald’s, tomar Pepsi o colgarse de la luz –todos tienen muy claro qué harían y qué no–, otros comentan abusos de curas en colegios religiosos y dos amigos discuten sobre cine (más precisamente sobre ROMA) y uno de ellos, elocuentemente, expresa sus reservas sobre el film. Al otro –el dibujante Sergio Langer– no le queda otra que contestarle: «Bueno, pero a mí me gustó».

Si bien el hilo que las une no siempre es del todo claro, cada una de las conversaciones sí se presentan de modo claro y bastante riguroso. A lo que parece ir Farina es hacia una exploración de las convicciones que la gente tiene y la manera en la que las expresa, más allá de lo que cada espectador pueda pensar sobre cada una de ellas. Todos tenemos un amigo o pariente con el que es imposible discutir porque es inflexible en sus opiniones. Los protagonistas de varios de estos segmentos funcionan igual: no importa si tienen o no razón, lo que impacta es su convencimiento y, en el fondo, su incapacidad para sostener un diálogo que no sea otra cosa que imponer sus ideas a los otros.

EL HOMBRE MAS FUERTE DEL MUNDO, de Fernando Arditi. Hay muchas maneras de hacer una película sobre una persona como Darío Villarroel, pesista y fisicoculturista jujeño que mide 1.24 metro y que ha tenido una vida complicada, con más sinsabores que placeres. Arditi ha elegido alejarse de las convenciones y retratarlo de una manera humana, sensible, cálida, evitando cualquier gesto «sensacionalista» y sin usar el mundo en el que Darío se mueve de modo «gracioso» o canchero, como acostumbran algunos documentalistas que se meten en territorios un tanto curiosos.

Darío creció en un pequeño pueblo jujeño con muchas limitaciones ligadas a sus dificultades físicas y a las pocas posibilidades económicas pero luego encontró en el levantamiento de pesas una profesión, una tarea, una obsesión. Intentó con su manager tratar de competir internacionalmente pero las cosas se complicaron, inesperadamente. El mundo que debía ayudarlo le tendió una serie de trampas y Darío tuvo que reinventarse.

Arditi no cuenta la historia en un sentido tradicional. Muestra a Villaroel y suma una serie de voces (madre, ex manager, amigos) casi siempre en off en el contexto de sus actividades diarias, en el mundo en el que ahora se mueve: shows de fisicoculturismo provinciales o regionales. En algún momento Darío tuvo sueños de campeón y números para demostrarlo (lo de «el hombre más fuerte del mundo» viene a cuento de uno de sus récords), pero el sistema le impidió avanzar por motivos que ya descubrirán. Con imágenes del lugar en el que vive, elegantes y detallados encuadres de su vida cotidiana, y un recorrido por los singulares eventos en los que compite, Arditi presenta un retrato cariñoso de un hombre que la sigue peleando cuando parece tener todo en contra.

EL SIERVO INUTIL, de Fernando Lacolla

EL HINCHA, de Renzo Cozza

CLORINDO TESTA, de Mariano Llinás

ARTURO A LOS 30, de Martín Shanly

TERMINAL YOUNG, de Lucía Seles

LOS BILBAO, de Pedro Speroni. Personalizada secuela de RANCHO –por el tipo de historia que cuenta decirle spin off parece un poco fuera de lugar aunque en el fondo eso es lo que es–, este documental de Speroni sigue la vida de Iván, el boxeador que estaba en la cárcel y que era uno de los protagonistas de aquel extraordinario film en el que, al final, se lo veía recuperando su libertad. Como es imaginable, el regreso de Iván a la vida familiar y laboral no será sencillo y LOS BILBAO pone la mirada en esa complicada vuelta, que empieza con cierto optimismo ligado al reencuentro con su mujer y su hija tras cinco años «tras las rejas» pero que luego se va enredando cuando, previsiblemente, las cosas no sean tal como se soñaron desde adentro.

Con algunas escenas de alto impacto (más emocional que violento) y con una intimidad y cercanía que, como en la anterior película, vuelven a sorprender, LOS BILBAO es una muy buena continuación de aquel film y, a la vez, un retrato poderoso de la siempre difícil reinserción de un preso a la vida en libertad. Speroni no solo entiende bien cuáles son los desafíos que se les presentan a Iván y a su familia sino que lo hace sin juzgarlos y entendiendo, casi siempre, los motivos de sus actos, por más cuestionables que algunos de ellos puedan parecer. Si a eso se le suma su capacidad, que ya asombraba en la anterior película, para que la cámara capture momentos de la más absoluta intimidad, estamos ante una notable y muy perceptiva saga documental que merecerá ser recordada en la historia de nuestro cine.


COMPETENCIA VANGUARDIA Y GENERO

MUDOS TESTIGOS, de Jerónimo Atehortúa, Luis Ospina. El gran realizador colombiano Luis Ospina no solo dejó una obra, sino un legado. Una manera de acercarse al cine y de entenderlo que hizo escuela (o debería hacer una) y que atraviesa cada una de sus películas –largos, cortos, experimentos– y su vida como influyente maestro un tanto oculto de la historia oficial del cine latinoamericano. Prolífico e incansable, aún estando enfermo en sus últimos años de vida, el director de TODO COMENZO POR EL FIN dejó una película inconclusa que realizó junto a Atehortúa, quien la concluyó siguiendo también las ideas y deseos de su colega.

MUDOS TESTIGOS es un experimento en forma de collage narrativo que captura y arma una trama romántica y sociopolítica a partir del poco material del cine mudo colombiano que sobrevive hasta el día de hoy. Tomando escenas de varias películas diferentes, recontextualizándolas y adaptando su sentido, la dupla de realizadores armó una trama centrada en la historia de amor entre una tal Alicia y un tal Efraín, historia que en realidad funciona como excusa e hilo conductor para hablar, con los códigos del cine de esa época, de la historia política, social y económica de ese país. Como siempre lo pensó Ospina, el cine funciona como un modo de acercarse y, llegado el caso, enfrentarse con la realidad. De una manera lúdica e inventiva, pero también crítica y coherente. El de MUDOS TESTIGOS es un dispositivo de juguete que, utilizando fantasmas, cuenta una historia que podría ser de verdad.

LA MALA FAMILIA, de Nacho A. Villar, Luis Rojo. Filmada a lo largo de varios años y construida a partir de muchísimo material juntado y acumulado con los personajes que la protagonizan, LA MALA FAMILIA es un retrato de un grupo de seis amigos que son condenados por una agresión armada. De todos ellos, uno acaba en la cárcel. La película los retoma (a varios de ellos y a otros amigos del barrio) cuando Andrés sale de prisión y es recibido en una suerte de fiesta celebratoria por todos ellos. Ese encuentro será el eje central de este documental que no es falso en un sentido estricto sino bastante construido a partir de los personajes reales y sus verdaderas experiencias. Allí habrá desde historias para contarse, anécdotas y reencuentros a incómodas situaciones que implican reproches y algunas cuentas pendientes del pasado grupal.

Estamos en un mundo de inmigrantes de bajos recursos (varios son latinoamericanos y hay claramente un par de argentinos allí) que sobreviven con trabajos difíciles y mal pagos, y que han armado su vida en función también de este tipo de familias sustitutas que funcionan casi como reemplazo de las reales, en muchos casos problemáticas o directamente ausentes. Todos ellos tienen deudas (la sentencia del juicio tuvo un carácter económico para muchos de ellos, casi una hipoteca vital) y en medio del alcohol y los abrazos, los realizadores –que vienen de la publicidad y del videoclip pero aquí parecen trabajar en otro ritmo y estilo– van abriendo el espacio para que se adviertan los latentes conflictos que jamás desaparecieron. Es un retrato crudo y duro, por momentos brutal pero a la vez afectivo, de esas otras familias y los raros caminos a los que pueden llevar.

GIGI LA LEGGE, de Alessandro Comodin

HOW TO SAVE A DEAD FRIEND, de Marusya Syroechkovskaya

VOYAGES EN ITALIE, de Sophie Letourneur


OTRAS SECCIONES

GUITARRA BLANCA, de Aldo Garay. Puede resultar extraño que una película sobre Alfredo Zitarrosa no esté en el apartado Música del festival. Pero los motivos son lógicos. Por un lado, el uruguayo Garay es un cineasta lo suficientemente reconocido como para que sus films estén en la sección Trayectorias. Y, por el otro, porque GUITARRA… no es estrictamente un documental sobre el músico charrúa sino sobre Francisco «Papico» Cibils, un amigo suyo que dejó sin terminar un documental que filmó cuando Zitarrosa volvió a su país tras un largo exilio.

Es un acercamiento un tanto curioso, pero efectivo. Garay no deja de contar el regreso épico del cantautor a su país al regresar la democracia, pero pone el acento en su relación con el tal «Papico», amigo, poeta, alcohólico y un hombre que se dedicó a registrar toda esa vuelta, filmándola en VHS. Hablando con los familiares de ambos y mostrando muchas de las escenas de ese inconcluso documental, Garay logra hacer una sentida pintura de una amistad y de un país «tercerizando» una relación de miradas: es Garay que mira a Papico mirar a Zitarrosa. Y a través de esa línea se reconstruye una época.

TIME BOMB Y2K, de Brian Becker & Marley McDonald. Los que ya éramos adultos a fines de los ’90 recordamos el fenómeno claramente. Algunos hasta sufrimos sus consecuencias en mayor o menor medida. Y este documental de HBO recupera lo que fue la locura previa a la llegada del año 2000, ligado al consistente rumor de que el sistema económico iba a saltar por los aires, fundamentalmente porque las computadoras estaban programadas de tal modo que al pasar de 1999 al 2000 comprenderían el paso como al 1900 (muchos programas solo cambiaban los dos últimos números), lo cual haría entrar a todo los sistemas computarizados en un gran descalabro. Aquí, si mi memoria no me engaña, se limitó a eso. Pero en los Estados Unidos fue apenas una parte de una delirante línea de pensamiento que empezó a ver la llegada del 2000 como si fuera el literal Apocalipsis de la Biblia.

Lo interesante de este documental en relación a la mayoría que se hacen para las plataformas de streaming es que no tiene material grabado ahora, ni entrevistas actuales ni una voz en off que de contexto. Todo es material original de la época, la mayoría de canales de televisión (nacionales y especialmente locales, de cable y amateurs) en el que se sigue, año por año, la creciente locura de un grupo de gente por la llegada del 2000. Están los más serios y científicos –sí, realmente había un problema con algunos sistemas y hubo que gastar mucho dinero para corregirlos–, pero lo más curioso son los bizarros, que se asemejan bastante a los que durante los tiempos del COVID-19 descreían de todo y aprovechaban cualquier medida para armarse hasta los dientes, conformar milicias, volverse en extremo religiosos y otro tipo de reacciones histéricas.

Ese es el otro fuerte del documental producido por la reconocida documentalista Penny Lane: la manera en la que TIME BOMB Y2K va mostrando la evolución de internet y cómo desde aquellos momentos tan poco regulados y «salvajes» ya empezaban a aparecer determinadas comunidades marginales capaces de convocar a muchos seguidores con las propuestas más delirantes, a tal punto que el encargado de llamar la atención sobre los potenciales problemas de las computadoras tuvo que pedir públicamente a la gente que bajara un cambio con el delirio. Esa democratización de las comunicaciones es un arma de doble filo y viene probando ya desde esos momentos iniciales –es simpático ver las limitaciones de las redes en esos años– que es capaz de llevar a muchas personas a creer las cosas más absurdas –sí, hasta que la Tierra es plana, por ejemplo– y a actuar en consecuencia.

ALLENSWORTH, de James Benning. El veterano realizador estadounidense continúa con sus exploraciones geográficas, históricas y formales recuperando, a lo largo de doce planos a razón de uno por mes, las casas y edificaciones del pueblo de Allensworth, ubicado en medio de California, fundado y administrado a principios del siglo XX por afroamericanos, luego casi abandonado y hoy convertido casi en un museo de sí mismo, ya que tiene poquísimos habitantes (conocer la historia del pueblo y porqué se volvió casi fantasma ameritaría otra película) y muchas de las casas originales fueron restauradas para ser visitadas y recorridas desde una perspectiva histórica.

Salvo una excepción (un plano con una lectura de un poema de Lucille Clifton que una joven lee a cámara), los demás planos de Benning son los acostumbrados del director de 13 LAGOS: aproximadamente cinco minutos dedicados a cada casa y locación. El mínimo contexto limita un poco las posibilidades del espectador apreciar y, si se quiere, experimentar o conmoverse con lo que se ve, algo que uno recién puede hacer explorando la historia del lugar en la web.

Con el poema y un par de canciones que se escuchan de fondo (Nina Simone y Huddie Ledbetter) no alcanza para darle a lo que Benning filma la dimensión dramática que el lugar tiene. La belleza fantasmagórica del lugar impacta pero la imposibilidad de conectar lo que vemos con la historia social afroamericana en los Estados Unidos recorta, al menos al momento de ver la película, su propio impacto. Quizás con un cartel al comienzo alcanzaría, pero no sería una película de Benning si lo tuviera.

CAN AND ME, de Michael P. Aust. Entren por CAN y quédense por las bandas sonoras para Wim Wenders (ALICIA EN LAS CIUDADES, fundamentalmente) y las reflexiones sobre los sonidos y el silencio de Irmin Schmidt, tecladista y uno de los miembros fundadores y permanentes de la mítica banda alemana de krautrock que influenció a varias generaciones de músicos. En esta producción para la TV germana se cuenta la historia de Schmidt, considerado responsable de instigar y seducir a sus amigos y compañeros de sumarse a las experiencias que había adquirido en un viaje a Nueva York. Es que el joven proyecto de director de orquesta, de visita en los Estados Unidos, conoció a varios músicos experimentales (Steven Reich, La Monte Young y otros) y fue parte de las experiencias de The Factory (Velvet Underground, su ruta), lo cual lo empujó a ir más y más lejos con la propuesta de la banda que compartiría con Holger Czukay, Jaki Liebezeit y Michael Karoli.

El film contará la historia de la banda, su evolución, su circulación de cantantes (Malcolm Mooney, Damo Suzuki), sus nuevos integrantes, su ruptura y reunión pero no desde un sentido estricto y cronológico sino más bien a modo de collage que se va integrando con la vida actual de Schmidt (y su esposa, la que lleva el legado físico y económico de CAN), sus proyectos posteriores (música de películas, otras colaboraciones experimentales, operas, etcétera) y su actual vida en la campiña francesa en la que reflexiona más sobre su pasado y sus ideas musicales. Es una película sencilla, honesta, con muy buen material de la época y que sirve para generar curiosidad sobre la obra de CAN para los que no la conocen o solo escucharon sus dos o tres temas más o menos populares. Y permite a la vez entender no solo sus ideas sobre la música sino la que han tenido siempre respecto a la composición y hasta la «comunal» división de dinero. Una banda con una propuesta musical y política muy distinta al esquema de rock corporativo que terminó triunfando en el mundo.

OPERACION TRAVESTI, de Rodrigo Ottaviano. Para un artista muy acostumbrado a buscar nuevas formas y caminos hay algo de mirar atrás que resulta un tanto extraño. No es algo del todo novedoso en su carrera (sus discos «Piano» eran reversiones de canciones propias), pero sí curioso que una persona como Melero cumpla con una de esas máximas de todo rockero de edad mediana: la reedición aniversario de un disco «importante» y el show ad hoc. Pero siendo quien es lo que no verán acá es una recreación arquetípica de los temas de «Travesti«, disco de 1994 cuyos 25 años se recuerdan aquí con un show que tuvo lugar en 2019. Los músicos son otros, las canciones suenan bastante diferentes y la lógica responde a lo que el propio artista define como un hecho inusual en su carrera.

Más allá del show –que ocupa dos tercios o más de los 65 minutos que dura el film y en el que repasa gran parte de los temas de ese álbum seminal, además de algunos otros, y que fue editado como álbum en su versión en vivo, sin retoques–, lo que siempre gratifica es ver y escuchar a Melero, tanto en clips del pasado como en entrevistas actuales, pensar su obra, analizar su lugar siempre un poco a contramano dentro de la historia del rock y escaparle a casi todos los clichés del músico «consagrado» que mira para atrás. «Casi todos» porque, claro, alguno podrá decir que el disco+show aniversario es exactamente eso. Pero en manos de Melero es casi una excepción, el gesto «travesti» de disfrazarse por un rato de músico de rock más o menos convencional.

NORTH TERMINAL, de Luke McManus. Este cuidado y hasta elegante documental en blanco y negro se centra en la calle que le da título, North Circular Road, que funciona en Dublín de una manera un tanto similar, al menos desde lo geográfico, a la General Paz porteña, recorriendo la ciudad por sus márgenes. Es una calle con su historia y su complicada fama, su cercanía con barrios en algún momento duros, con la cárcel, un hospital psiquiátrico, con casas tomadas por squatters y, sobre todo, por la presencia de pubs y lugares donde se escucha y se toca música, tanto actual como tradicional, especialmente esta última. Un barrio de clase obrera que, últimamente, está siendo víctima de la gentrificación.

No es NORTH TERMINAL, estrictamente, un documental de música –pese a estar en esa sección– sino uno que, a partir de los personajes, lugares y experiencias que se han vivido en esa calle tiene un alto porcentaje, digamos, «de música en sangre». Pero más que ninguna otra cosa –y esa quizás sea la ironía de su participación en el BAFICI– es un documental que celebra y entiende a los que toman casas abandonadas, critica la destrucción de edificios típicos o históricos para construir edificios (hay marchas en las calles para pedir que no tiren abajo un clásico pub para construir un hotel) y se pone del lado de los marginales del sistema, que siguen existiendo en los bordes de una Dublin que se quiere presentar al mundo como una ciudad moderna y turística «lanzándolos» a las afueras. Como NOUS, de Alice Diop, esta película irlandesa celebra a las personas que la siguen peleando en los márgenes de ciudades que, en parte al menos, se resisten a ser convertidas en parque de diversiones de sí mismas.

-A FILM ABOUT STUDIO ELECTROPHONIQUE, de James Taylor. No, no es Taylor el cantautor el que dirigió esta película, un documental bastante casero –a juzgar por los modos de producción, la estética y el sonido– de un poco menos de una hora que se centra en la historia del llamado, por algunos, Studio Electrophonique, un casero estudio que tenía en Sheffield un veterano aficionado a la música llamado Ken Patten y en el que grabaron sus primeros temas, a finales de los ’70 y principios de los ’80, muchas de las bandas de esa ciudad inglesa que irían a tener éxito en los años posteriores, como ABC, Human League, Heaven 17, Def Leppard y Pulp, entre otras.

Si bien la especialidad de la casa era el electro-pop de sintetizadores, sonido que caracterizó a esa ciudad y en esa época, Patten cobraba muy barato y con equipos bastante caseros grababa a decenas de jóvenes artistas. Este documental entrevista a los músicos que grabaron allí (Jarvis Cocker, sin duda, es el más conocido) y tiene como «narrador» a un joven músico de la ciudad que se hace llamar Studio Electrophonique y que, junto al realizador, van visitando locaciones y conversando con vecinos del estudio y del hoy fallecido encargado del estudio. Una historia interesante que necesitaría un documental un poco más elaborado que este, que funciona casi como un demo para un futuro film sobre el mismo tema.

NUESTRA PELICULA, de Diana Bustamante. La productora, programadora y realizadora colombiana retrata a partir de material, en su mayoría, televisivo de las décadas del ’80 y ’90 los años violentos que se vivieron en Colombia a partir del asesinato de políticos, trabajadores, campesinos y estudiantes. Manipulando visual y sonoramente esos archivos, Bustamante funciona casi como VJ de una impactante cantidad de reportes en los que la muerte se acumula todos los días, pasando de un atentado político a una masacre de campesinos casi sin descanso, mientras los noticieros circulan y recirculan una y otra vez esos temibles materiales.

Si bien la realizadora aparece con su voz en off en algunos momentos, NUESTRA PELICULA se apoya fundamentalmente en la intervención sobre los archivos, presentando una época (más larga que la que se muestra aquí) en la que cada día las noticias eran encabezadas por asesinatos, crímenes o masacres de este tipo allí. Sus breves 73 minutos dan testimonio de ese horror cotidiano en el que la violencia no solo era reportada sino que hasta surgía en los propios reportes, doblando la lógica criminal sin un aparente final posible. Los archivos públicos dicen más cosas de nuestras historias personales de lo que por momentos imaginamos o creemos recordar.

TEQUILA: SEXO, DROGAS Y ROCK ‘N ROLL, de Alvaro Longoria. La historia podría resumirse de manera muy sencilla: dos adolescentes argentinos se van a vivir a Madrid en los años ’70 ya que sus familias escapan de la dictadura militar, tiempo después se unen a tres jóvenes españoles que tienen una banda de rock y forman Tequila, una suerte de Rolling Stones iberoamericanos que tuvieron enorme éxito a fines de los ’70 y principios de los ’80 en España y que luego, por todos los motivos previsibles, entraron en combustión.

La historia de Tequila en sí puede no ser muy original en relación a todas las historias de ascenso y caída de bandas de rock desde el principio de los tiempos, solo que esta tiene como particularidad el hecho de transcurre en tiempos muy movilizadores, por distintos motivos, a ambos lados del océano, tiempos que la película cubre muy bien en su intento de dar cuenta del contexto que rodea los hechos. Ariel Rot y Alejo Stivel (los argentinos del quinteto), Julián Infante, Felipe Lipe y Manolo Iglesias (los españoles) fueron los veinteañeros despreocupados que se convirtieron en estrellas pop de un día para el otro (en Argentina no llegaron a serlo como en España) y que, de a poco, comenzaron a desintegrarse gracias a los problemas que quedan adelantados en el título del film.

Con testimonios actuales de los sobrevivientes –dos de ellos murieron como consecuencia de los excesos–, de las personas que trabajaron o estuvieron cerca de ellos (incluyendo a Cecilia Roth, hermana de Ariel) y muy simpático material de archivo sobre los años estelares de Tequila y de la «movida madrileña» que los miraba con desdén, Longoria construye un entretenido relato acerca de la inocencia perdida, de las trampas de la industria discográfica, de los egos desatados y de los daños colaterales que pueden dejar esos años vividos con la máxima intensidad posible. Para vivir como los Rolling Stones hay que ser un Rolling Stone.

LLAMEN A JOE, de Hernán Siseles. Conocido por muchos como “el abogado del rock”, Albino “Joe” Stefanolo siempre llamó la atención, al menos de entrada, por su inusual aspecto para la profesión que practica: pelo muy largo y barba más larga aún, que le da una onda más cercana a la de un chamán hippie que a cualquier otra cosa. El look tiene su lógica y su sustento, si se quiere, ético: Joe se siente parte de la llamada “cultura rock” desde su adolescencia y siempre ha querido ser partícipe de ella. Y cuando pronto se dio cuenta que no tenía talento para hacer música entendió que quizás podía “ayudar” a partir de su profesión.

A lo largo de su vida se ha dedicado a sacar de problemas legales a decenas de músicos de rock y artistas del “under”, muchos de los cuáles aparecen en este documental para contar anécdotas de sus casos y para agradecerle por su trabajo. Se trata de un documental sencillo, apoyado más que nada en entrevistas realizadas a lo largo de mucho tiempo (a juzgar por la cantidad de canas que va sumando su protagonista) y que entretiene gracias, por un lado, a la querible personalidad de su protagonista y a los casos en los que se vio envuelto junto a celebridades de la música local como Charly García, Luis Alberto Spinetta, Luca Prodan, el famoso caso del “porrito” de Andrés Calamaro, Pipo Cipolatti, Gustavo Bazterrica, Turf y Los Violadores, entre otros, muchos de los cuáles dan testimonio aquí.

Joe sigue actualmente trabajando con músicos –si bien ahora no es tan factible como antes “caer en cana” por cualquier cosa como lo era entonces– pero ha hecho una carrera también defendiendo a personas a las que se detiene o procesa por tenencia de drogas para consumo personal. Las décadas que Joe pasó trabajando en estos temas permiten ver los cambios que ha habido en muchos aspectos, que no son tantos como deberían. Quizás el mejor momento del film sea el debate en el por entonces muy visto programa de Mariano Grondona en el que Stefanolo participa junto a Calamaro y Bobby Flores en un absurdo debate sobre consumo de marihuana que hay que ver para creer.

LA VIDA A OSCURAS, de Enrique Bellande. Con la sutileza y elegancia formal que caracterizan sus documentales, el realizador de CIUDAD DE MARIA presenta finalmente esta película en la que trabajó durante varios años y que se centra en el trabajo de Fernando Martín Peña como coleccionista, proyectorista, divulgador y algo así como sabueso de incunables del cine de todos los tiempos. La película no intenta ser tanto un retrato de la persona sino de su trabajo, empezando por la enorme colección de films en celuloide (en todos los formatos) que tiene en un gigantesco depósito en un barrio capitalino y todo el trabajo que le dedica a mantener, cuidar, aumentar y proyectar esa colección.

La película es a la vez un homenaje al cine como hecho físico, palpable, vivo y que, lamentablemente, también se degrada. Peña viaja a depósitos y casas en las que le venden o regalan películas en distintos estados y, como si fuera una suerte de Cruz Roja del cine, se dedica a rescatarlas y, en muchos casos, salvarlas de una segura muerte. No es ese el único trabajo que hace Peña, quien las proyecta en el ENERC, en MALBA y, por TV, en Filmoteca, entre otros lugares en los que exhibe su colección. Si bien muchas de las escenas que la película muestra tienen ya un tiempo (la suspensión de las proyecciones en ENERC o el cierre de Filmoteca fueron, entiendo, situaciones pasajeras ligadas a la llegada al poder del gobierno de Macri), la situación de la preservación cinematográfica sigue siendo inexistente desde el lado oficial.

El dato clave, del que casi no se habla en el film salvo por alguna mención y un cartel sobre el final, es que buena parte de este trabajo se hace de este modo por la inexistencia de una Cinemateca que la haga con presupuesto oficial. Acá todo depende de los esfuerzos de Peña y de algunos otros especialistas que dedican su tiempo, esfuerzo y dinero por sostener un formato que parece ir muriendo (Bellande filma el último día del laboratorio fílmico de CineColor antes de su cierre), algo que también sucede con las películas en sí por sus conocidos procesos de degradación química. Ese cuidado y exhibición, ese amor y hasta cierto punto obsesión, son las que este muy buen documental presenta a modo de homenaje a los que se dedican a preservar la historia del cine mundial.


LUXEMBOURG, LUXEMBOURG, de Antonio Lukich

EL CASO PADILLA, de Pavel Giroud

ZAMA, de Lucrecia Martel

NO VA MAS, de Rafael Fillippelli

AFIRE, de Christian Petzold

IN WATER, de Hong Sangsoo

L’ENVOL, de Pietro Marcello

LA MEMORIA INFINITA, de Maite Alberdi

LOVE IS STRANGE, de Ira Sachs

TILL THE END OF THE NIGHT, de Christoph Hochhäusler

WHEN THE WAVES ARE GONE, de Lav Diaz

INSIDE, de Vasilis Katsoupis

PASSAGES, de Ira Sachs

MASTER GARDENER, de Paul Schrader



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